miércoles, 17 de febrero de 2010

La Espera

El hombre ha perpetrado casi sin descanso y a lo largo de toda la historia, métodos para generar sufrimiento, torturas de todo tipo, físicas, psíquicas y hasta metafísicas; muchas de ellas muy intensas y otras directamente fatales. Aunque al día de hoy la mayoría están en desuso, existe una que no respeta géneros, razas ni religiones: La Espera.

Admitámoslo, la espera es la tortura más atroz desde que el primer hombre hizo esperar a su prójimo. No hay nada más desesperante, más inhumano, más descarnado que esperar algo o a alguien.

Quién no se ha visto envuelto en una espera alguna vez, y quién no ha dicho o ha pensado, siempre dependiendo de la importancia de lo esperado, “¿Falta mucho? ¿PERO CUANTO FALTA?”

Porque lo cierto es que el dolor físico, aunque también cruel e inhumano, por lo menos es gozado por algunos, no es novedad que hay gente que disfruta con perforaciones, descargas, latigazos y todo tipo de menesteres, ¿Pero esperar? ¿Quién en su sano juicio podría disfrutar de esperar?

Aunque se aplica a todos por igual, claramente existen distintos tipos de espera. En un rápido pantallazo mental encontraremos aquel que espera por 2 horas a que la novia se vista, maquille y arregle; para este caso, lo realmente desesperante es la falta de aviso, ya que ninguna novia que se conozca ha dicho jamás “Te soy sincera, voy a tardar 2 horas”, más bien todas han usado su antítesis “En 5 estoy”, en una clara puesta a prueba de los límites del amor y la paciencia.

La espera del médico con las revistas amarillas, la del dentista con el agravante del torno, la sala de partos, el tren, el colectivo, la lluvia, los 5 minutos antes del recreo, el mozo del restorán, el delivery que “ya salió”, la cola del baño de mujeres, la del cine, la música en espera de los teléfonos, el ascensor, la barrera del tren, el rato antes de darte cuenta que el semáforo no funciona, los piquetes, los embotellamientos de tránsito, todo parece estar confabulado para someternos a una nunca “dulce espera”.

Hasta fíjense lo cruel de nuestra sociedad, que para hacer justicia y penalizar al criminal, primero lo hace esperar sin juicio el “tiempo que sea necesario”, para este caso estoy seguro que el preso aceptaría la golpiza del guardia con una sonrisa si le dijeran solamente “cuanto le falta”, y luego lo encierra definitivamente “a esperar”, ya que queda claro queridos amigos, que las cárceles no son otra cosa que eso, grandes y forzadas SALAS DE ESPERA.

viernes, 12 de febrero de 2010

Pequeñas impunidades de la vida urbana

Vivir en una gran metrópoli es, a veces, condenarse al anonimato. Esto puede parecer existencialismo del barato, pero la verdad del anonimato está en las pequeñas impunidades, esos vicios morales que todos tenemos, sabiendo que por insignificantes no ameritarán reprimenda y cuya víctima, la mayoría de las veces, nunca volveremos a ver.

Para muestra sobra un botón, pero aquí algunas que pude recopilar en los últimos días:

ü El que se cola y no te mira. No entiendo bien, ¿si no me mira se supone que no me doy cuenta? ¡Mi perro hace eso cuando roba comida de la mesa! y les garantizo que él sí cree que si no hay contacto visual no hay crimen!

ü Cuando estornudas y nadie dice salud nunca. ¿Qué pasa con esto? Es solo un deseo de buena salud nada más, ¡No significa que te voy a pedir un riñón!

ü Te chocan en la calle, con el clásico hombrazo, y ponen cara de no pasa nada. Para ilustrar aquí, es la misma cara que ponen los jugadores de fútbol después de un faul, mirando al referí, con las manos en alto, diciendo “ni lo toqué”, mientras las cámara muestran la tibia del contrincante saliéndole de la pierna y atravesando la media.

ü El que te descalza el zapato desde atrás mientras caminás. Esta es inevitable, el mensaje es claro, “correte o te paso por arriba”, es lo que denominaríamos un “atropello peatonal”.

Claro está, que la víctima de estos sucesos, en algunos casos ya harta de abusos microscópicos, estalla en el peor de los arrebatos e inflige la condena más dura, que es el alarido y la avalancha de puteadas en público. En ese momento el planeta entero se da vuelta a mirar, como cuando hay un eclipse, y el criminal queda excluido de su anonimato, de su seguro y bello manto de impunidad, por algunos segundos.

¡Como transmitir en palabras el calor, la vergüenza de esta situación!

De todos modos el justiciero, al final de su ejecución, es inevitablemente calificado de desequilibrado, plasmado en la voz de quizás el único ser humano sensato del lugar, a quien oímos decir “¡Pero che! ¡No es para tanto! Ni que te hubiese pegado un tiro…”

martes, 9 de febrero de 2010

Despedida de soltero/a

Pocas situaciones permiten al imaginario colectivo volar más alto que las despedidas de soltero/a. Todos especulan con qué sucede allí dentro, pero solamente los/as protagonistas conocen qué realmente sucede puertas adentro, creando un pacto tácito de silencio, llevándose ello/as solo/as, como cómplices, los acontecimientos de esa noche a la tumba.

El resto, mientras tanto, da rienda suelta a las más locas suposiciones, que pueden incluir desde fulanos musculosos, consoladores gigantes, orgías, lesbianismo, enanos con látigos y picanas, etc…

Pero a pesar de todo esto existe “la versión oficial”. Aquello que se cuenta, el ATP (Apto para Todo Público), y es aquí donde me gustaría detenerme, porque tanto para las mujeres como para los hombres, esta versión grafique quizás la verdadera voluntad detrás del Sí que darán pocos días después.

El hombre por lo general no está tan dispuesto a casarse, y es por eso que la versión masculina vox populi de la “despedida de soltero” es salvaje e incluye prostitutas masoquistas, amigos atados, cabaret cerrados exclusivamente para la ocasión, y demás.

Y lo mejor del caso, es que los hombres lo reconocen sin tapujos, lo cual sin dudas quiere decir, en el lenguaje de las relaciones humanas, “Mirá mi amor, si querés me caso, pero no te olvides que la despedida de soltero es LA ULTIMA NOCHE DE SOLTERO DE MI VIDA”. Con esto, evidentemente, el novio intenta devolver un poco de presión, ganar tiempo y tomar rehenes en su inevitable carrera al altar, ya que la novia por lo menos lo pensará dos veces antes de seguir insistiendo con los anillos.

Dicho esto me zambullo en “la despedida de soltera”, cuya esencia es exactamente la opuesta que la anterior.

La declaración más oída del género femenino es “las despedidas de mujeres son un embole”. Lo cual no explica el porqué del la prosperidad actual de los nobles strippers, el Tupper sex y el pool dancing, que todos sabemos viven casi exclusivamente de estos eventos.

Es más! En la clásica charla “fuiste al Golden”, todas las chicas a quien alguna vez he preguntado, niegan ser las autoras de los gritos, las obscenidades y los abusos, acusando siempre a algunas “locas”, a quienes dicho sea de paso, nunca tuve la suerte de conocer.

La causa de todo este maquillaje, de esta fachada, de estos rumores, se decanta sola: ellas temen que su “despedida de soltera” eche por tierra tantos años de manipulación, de convencimiento y erosión de la mente del novio para llevarlo al altar!!!

Pero a su vez, de ningún modo se quieren perder su despedida de soltera…en definitiva, para ellas también es “La última noche de solteras”….

miércoles, 3 de febrero de 2010

Debo confesar que nunca me he levantado una mujer

No quisiera con este comentario pecar de falsa humildad ni jugar a la víctima, de ninguna manera, solo quiero desarrollar un punto de vista sobre una de las cosas que más claras creo tener sobre mi relación con las mujeres.

He compartido mi vida entera con mujeres, y admito que no logro comprender en ningún aspecto como son ni que hacen.

Para mi, todo lo relacionado con ellas, sigue siendo un gran misterio.Y en definitiva, quizás sea por este motivo que me siento tan atraído. Todos sabemos que las relaciones son hijas del misterio, y cuando la imagen, la idea que había proyectado de alguien, choca con la realidad, nos cuesta mantener el interés, para no decir que lo perdemos de modo casi inmediato. Es algo así como estar borracho por un rato y de repente despertar al lado del león del Mago de Oz.

Volviendo a mi postulado inicial, nunca me levanté una mujer. En todo caso, y con bastante suerte, las veces que exitosamente he logrado “ligar”, se deben exclusivamente a obra y gracia de ellas.

Ellas tienen muy claro desde antes de siquiera conocerte, si van a estar con vos o no.

Pongamos un ejemplo para ilustar:

Entrás a un bar y desde el otro lado divisas una hermosa mujer con cuya mirada se cruza la tuya. EN ESE MOMENTO, SI SI, EN ESE SOLO INSTANTE, VOS YA TENES EL SI O EL NO.

Desde ahí, hay dos caminos posibles, el del SI, en el cual te acercás y con un mediano protocolo social ella “te deja” pasar la noche a su lado. O el del NO, donde podés ser el chamullero más audaz, con los mejores chistes y anécdotas, que ella no va a dejar siquiera que le toques la mano aunque sea para sacerle una araña.

Y esto, lejos de ser una neurosis particular por parte de ellas (como si lo es el "protocolo") es exclusivamente genético... quiero decir, si por los hombres fuera, la población del planeta se duplicaría en 24hs, menos mal que hay alguien que por lo menos pone un poco de freno y dice NO.

Gracias chicas!